La casa de los perros

En la ciudad de Guadalajara, en la antigua calle de Santo Domingo, hoy Avenida Alcalde se asienta una señorial casa de dos pisos con fachada de cantera y custodiada desde lo alto por las estatuas de dos perros.

Cuenta la leyenda que un viejo y rico viudo habitaba solo la gran mansión por lo que decidió proponerle matrimonio Ana, hija de una humilde costurera que vivía enfrente del jardín de San José. La joven se sintió halagada pero lo rechazó porque deseaba casarse con alguien a quien amara y a él no lo quería. El hombre insistió tanto que Ana dijo que lo aceptaría con una sola condición: construir un segundo piso para que la casa se distinguiera. Así se hizo y unos cuantos meses después se casaron. A petición de Ana, el hombre mandó a decorar la casona con los mejores mueble y las plantas más exóticas, hizo traer de Nueva York las estatuas de los perros porque quería complacerla, pero ella no era feliz. Desilusionado, el viejo enfermó y sintió que la muerte se acercaba por lo que hizo su testamento: Ana recibiría todo si no se volvía a casar, pero si lo hacía, la fortuna sería de aquél que rezara por su alma durante nueve días a la medianoche.

El tiempo pasó y Ana volvió a casarse por lo que perdió la fortuna prometida. Desde entonces muchos han sido movidos por la piedad o por la codicia han intentado rezar el novenario pero salen espantados, dicen que la sombra de unos perros los acosan.