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Tiempo libre

  • Guillermo Samperio
  • 27 jun 2016
  • 2 Min. de lectura

Todas las mañanas compro el periódico y todas las mañanas,al leerlo, me mancho los dedos con tinta. Nunca me ha importado ensuciármelos, con tal de estar al día con las noticias. Pero esta mañana sentí un gran malestar apenas toque el periódico.Creí que solamente se trataba de uno de mis acostumbrados mareos. Pague el importe del diario y regrese a mi casa. Mi esposa había salido de compras. Me acomode en mi sillón favorito y me puse a leer la primera página. Luego de enterarme de que un jet se había desplomado, volví a sentirme mal; vi mis dedos y los encontré mas tiznados que de costumbre. Con un dolor de cabeza terrible, fui al baño, me lave las manos con toda calma y, ya tranquilo, regrese al sillón. Cuando iba a tomar mi cigarro, descubrí que una mancha negra cubría mis dedos. De inmediato retorne al baño, me tale con zacate, piedra pómez, y finalmente, me lave con blanqueador; pero el intento fue inútil, porque la mancha creció y me cubrió hasta los codos. Ahora, mas preocupado que molesto, llame al doctor y me recomendo que tomara unas vacaciones, o que durmiera. Después, llame a las oficinas del periódico para elevar mimas rotunda protesta; me contesto una voz de mujer, que solamente me insultó y me trató de loco. En el momento en el que hablaba por teléfono, me di cuenta de que, en realidad, no se trataba de una mancha, sino de un numero infinito de letras pequeñísimas, apeñuscadas, como una infinita multitud de hormigas negras. Cuando colgué, las letritas habían avanzado ya hasta mi cintura. Asustado corrí hasta la puerta de entrada; pero, antes de abrirla, me flaquearon las piernas y caí estrepitosamente. Tirado boca arriba descubrí que, ademas de la gran cantidad de letras-hormiga que ahora ocupaban todo mi cuerpo, había una que otra fotografía. Así estuve varias horas hasta que escuche que habrían la puerta. Me costo trabajo hilar la idea, pero al fin pensé que había llegado mi salvación. Entro mi esposa, me levanto del suelo, me cargo bajo el brazo, se acomodo en mi sillón favorito, me hojeó y se puso a leer.


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